En cada visita, Berlín me va cautivando más y más. Una ciudad que es capaz de dar respuesta a cualquier inquietud que tengas, pero no de forma complaciente, pues siempre has de realizar el esfuerzo de encontrar lo que deseas.
La tranquilidad que se respira en Berlín es increíble y viniendo de Londres se nota. Me espera una semana de recogimiento, descanso y fiesta, mientras mis padres y mi hermana disfrutan de las visitas de la ciudad. Es un buen ejercicio volver a lugares en los ya has estado, mientras la gente los aprecia por primera vez, tú te dedicas a mirar más allá y quedarte con un montón de nuevos detalles, cosas curiosas, los colores o simplemente con la gente y sus reacciones; es como volver a ver una pelicula, conoces ya el final y te centras en la trama y los peronajes, en el porqué de las cosas.
La primera parada en Berlín siempre es la parada del metro de la puerta de Brandemburgo, sales de la boca de metro y allí está delante tus narices. La primera impresión es siempre la misma, por la tele parece mucho más grande!; pero ya se sabe que la tele engorda siempre un par de kilos. Después de un paseo para familiarizarse con la zona del Mitte, conocer el funcionamiento del transporte público y con una buena guía en la mano, mis padres ya están listos para recorrer la ciudad mañana, mientras mi hermana y yo disfrutamos de una buena siesta matinal después de la salida de hoy por la noche.
Si en Berlín puedes encontrar de todo, la noche berlinesa no se queda atrás; solamente si eres un amante del pachangueo puede que tengas algún problemilla, pero seguro que algo encontrarás. Nosotros nos limitamos a seguir las directrices de un flyer en busca de una bonita casa de tres pisos. Buena música, mucha gente y muy buen ambinte, eso si menudo calor. A pesar del calor lo pasamos en grande, gracias también a la inestimable colaboración de mi primo Pablo; acabamos exhaustos de tanto bailar y un poco alegres de la cerveza.
Después de la fiesta y tras unas cuantas horas de sueño me voy a disfrutar de un paseo dominical por Berlín parando en un par de terracitas a comer y tomar un café, lástima que no tengan periódico. Me acerco hasta Oranienburger Str. y disfruto una cervecita en uno de los muchos garitos que llenan la calle. La resaca ya ha desaparecido, es momento de volver a casa y poner en común las experiencias del día durante la cena.
Berlín tiene tantas atracciones que difícilmente las disfrutas todas, también el número de monumentos o lugares míticos que visitar son tantos que siempre, en cada visita tienes oportunidad de ver alguno nuevo. El día de las novedades lo dediué a visitar el famoso Checkpoint Charlie, el Jüdisches Museum, caminar por toda la zona de Charlottenburg con su contraste de arquitecturas y parando en todas las tiendas; una de las grandes ventajas de viajar con la familia y estar de cumpleaños. En medio de todo dejamos a mi padre disfrutando de un café en las Galeries Lafayette, cansado ya de tanta tienda y tanta compra.
Después de todo un día de caminatas de un lado a otro, pegarse una buena ducha e ir hasta la Postdamer Platz a dar un paseo y tomarse na cerveza, es un auténtico placer. Realmente cualquier excusa es buena para tomarse una cerveza en Alemania. Resulta curioso, cada vez que alguién va por primera vez al Sony Center espera una orgía de colores en la cúpula, cuando ven el azul y rosa quedan como decepcionados, pero con el paso del tiempo esos dos colores se recuerdan como todo un arco iris.
Así entre paseos, cervezas y compras la semana se ha ido volando, se acaban las vacaciones pero antes tocan las despedidas, Pablo, Carlos, Jorge y Marc a ver cuando nos volvemos a ver. Mis padres e Inés volvieron para Galicia después de unos grandes días de vacaciones, con muchos recuerdos y sólo decepción; saber lo que estás pidiendo para comer evita la cara de gilipollas que se te queda cuando te traen un gran plato de pescado crudo y manzanas confitadas.
Cuando un viaje se acaba pienso si algún día regresaré, cuando me voy de Berlín sé que siempre voy a volver.
24 oct 2006
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