Cuando emprendes un viaje hay siempre una preparación previa. Dónde ir, cómo llegar, dónde dormir o qué hay que ver; son algunas de las preguntas que debes responder antés de salir. Esta claro que si has decidido recorrer el mundo durante una temporada puedes pasar de preparativos y lanzarte a la aventura, pero si no es ése tu caso trata de informarte.
Volvemos de Copenhagen y suena un runrún de acercarse a algún sitio antes de llegar a casa, el runrún se convierte en Kiel nada más salir del barco; el instigador: Josín. Aparece la señal de desvío hacia Kiel, Sandra al volante quiere saber hace donde tiramos, elude claramente la responsabilidad; pero en el último instante Josín grita: A la derecha, a la derecha!!!, así empieza nuestra excursión a Kiel. No sé que esperamos encontrar aquí, a mi sólo me suena su equipo de balonmano, pero espero que sea pescado.
Pues ni pescado, ni playa, ni nada; hasta el ayuntamiento es nuevo y bastante feo. Recorremos la calle peatonal principal, es festivo y todas las tiendas están cerradas, seguimos caminando hasta un pequeño puerto en busca del acuario, y ahí en una piscina exterior del acuario junto a una marabunta de gente encontramos un par de focas, mis primeras focas en directo que ilusión. Pasado el subidón de las focas y de vuelta a la triste realidad de Kiel nos volvemos para a casa, quizás con tiempo y preparación no habríamos llevado una mejor imagen, aunque lo más seguro es que no hubieramos venido.
27 abr 2006
25 abr 2006
Copenhagen, quién puede ver una sirena de noche
Las ciudades son dinámicas, continuamente están cambiando. Pueden ser meses, años, incluso generaciones lo que tardas en percibirlo pero si te sientas en tu habitación y esperas a que caiga la noche sabes que algo ya es distinto. No sólo la ciudad se transforma; cuando llega la noche nosotros somos distintos. La ciudad cambia su luz, sus colores, sus sonidos, nos muestra otra cara. Nosotros somos menos confiados, más atentos al entorno y siempre caminando hacia la luz, raramente alguién busca una sombra en la noche. Pero con una copita todo vuelve a cambiar, ya no buscas luces caminas hacia los neones.
Viernes noche, mientras continúan los turnos de ducha Iván comienza la ceremonia del calimocho. Vino, coca cola y fiesta son la trinidad del calimocho; y los distintos juegos que incitan a la bebida, el camino hacia la catarsis. Llegan las doce y es la hora de conocer la imagen nocturna de Copenhagen, nuestra primera parada un club de erasmus, tras pagar entrada y disfrutar de la última canción de un concierto corrimos hacia la barra. Las birras no están muy caras y se agradece, la música es cojonuda y las tías que pinchan están bastante buenas, es una lástima que necesiten una lista con las canciones que deben pinchar, así cualquiera. Tras tres intensas horas cambiamos de garito y nos vamos al Jazz House, un sitio de moda con poco jazz mucho hip hop comercial y de precios prohibitivos. A las cinco de la mañana la noche se acaba en Copenhagen, es hora de irse a descansar. Camino a casa voy leyendo todas las postales que la peña de los garitos habían escrito, ahora me arrepiento de pedirles que lo hicieran en danés, no entiendo nada.
Sábado noche, cola para la ducha y otra vez el culebrilla del Iván ya preparado y calimocheando. Hoy hace bastante buena noche y vamos a ir a beber a la orilla de la ría. Los infantiles juegos para beber de ayer han dado paso a versiones mucho más desarrolladas y dañinas. El tres se convierte en tres proevolution, los fallos son norma y empiezan a pasar factura. Estamos en la ría y comenzamos el primer campeonato de 3pro, sin concesiones, un fallo y estás fuera; un fallo y te vas al embarcadero. A medida que avanza el juego el lema se convierte en un himno que nos acompaña toda la noche, al embarcadero!!! al embarcadero!!! - gritamos todos mientras Iván contra pronóstico es el último en venir al embarcadero, quizás no haya durado más de un minuto pero intenso, muy intenso. Entre risas y eses nos movemos en busca de un garito y hoy ha tocada el Australian Bar, un animado y enorme pub donde durante más de cuatro horas nos empapamos de la cultura danesa, pero ya son las cinco y se cierra el telón. Aunque parece que hoy hay quien no se rinde, camino a casa me pregunto si habrán encontrado algo, no lo sé pero ahí os dejo los comentarios.
Viernes noche, mientras continúan los turnos de ducha Iván comienza la ceremonia del calimocho. Vino, coca cola y fiesta son la trinidad del calimocho; y los distintos juegos que incitan a la bebida, el camino hacia la catarsis. Llegan las doce y es la hora de conocer la imagen nocturna de Copenhagen, nuestra primera parada un club de erasmus, tras pagar entrada y disfrutar de la última canción de un concierto corrimos hacia la barra. Las birras no están muy caras y se agradece, la música es cojonuda y las tías que pinchan están bastante buenas, es una lástima que necesiten una lista con las canciones que deben pinchar, así cualquiera. Tras tres intensas horas cambiamos de garito y nos vamos al Jazz House, un sitio de moda con poco jazz mucho hip hop comercial y de precios prohibitivos. A las cinco de la mañana la noche se acaba en Copenhagen, es hora de irse a descansar. Camino a casa voy leyendo todas las postales que la peña de los garitos habían escrito, ahora me arrepiento de pedirles que lo hicieran en danés, no entiendo nada.
Sábado noche, cola para la ducha y otra vez el culebrilla del Iván ya preparado y calimocheando. Hoy hace bastante buena noche y vamos a ir a beber a la orilla de la ría. Los infantiles juegos para beber de ayer han dado paso a versiones mucho más desarrolladas y dañinas. El tres se convierte en tres proevolution, los fallos son norma y empiezan a pasar factura. Estamos en la ría y comenzamos el primer campeonato de 3pro, sin concesiones, un fallo y estás fuera; un fallo y te vas al embarcadero. A medida que avanza el juego el lema se convierte en un himno que nos acompaña toda la noche, al embarcadero!!! al embarcadero!!! - gritamos todos mientras Iván contra pronóstico es el último en venir al embarcadero, quizás no haya durado más de un minuto pero intenso, muy intenso. Entre risas y eses nos movemos en busca de un garito y hoy ha tocada el Australian Bar, un animado y enorme pub donde durante más de cuatro horas nos empapamos de la cultura danesa, pero ya son las cinco y se cierra el telón. Aunque parece que hoy hay quien no se rinde, camino a casa me pregunto si habrán encontrado algo, no lo sé pero ahí os dejo los comentarios.
22 abr 2006
Copenhagen, una sirenita en el norte de Europa - Episodio III -
Domingo doce de la mañana, cada día que pasa la cama te abraza con más fuerza, pero hoy es nuestro último día y hay que apovecharlo. En el concurso de quién duerme menos están los que han dormido cinco horitas otros ocho, hay quien se acaba de acostar, quien todavía no lo ha hecho y el Cholo. Intentamos en vano conseguir una bicicleta, pero habrá que completar la última jornada pedestre en Copenhagen. El hambre empieza a hacer mella y decidimos parar a comer, estando al lado del puerto que mejor que probar algo de pescado y si es cocina danesa mejor. Que equivocados estábamos.
El restaurante es relamente idílico, terracita mirando al puerto, camareras trajeadas, una carta interesante y un hambre voraz, media hora después casi no hemos podido probar bocado en el mejor de los casos, demasiada sofisticada la comida o poco acostumbrados a esos sabores. Con el estómago casi vacío y muy revuelto caminamos por el paseo marítimo; un precioso jardín, la maravillosa vista de la ría y el sol a nuestra espalda nos hace olvidar el fiasco de la comida. Hacemos una paradita para contemplar el magnífico edificio de la opera, tras la sesión de fotos continúamos el paseo, siguiente parada el palacio real.
Más allá de la belleza de las plazas, esculturas y edificios que forman el complejo del palacio, la mayor atracción suele ser la guardia real. Hombres enormes vestidos de luces e impasibles ante todas las tonterías que puedas hacerles, santos varones de paciencia infinita.
Cansados de tocarle las narices abandonamos el palacio y seguimos imaginándonos a la sirenita. Estamos a unos cien metros y a lo lejos vemos una pequeña marabunta de personas en torno a una roca, a cincuenta metros ya vemos la figura de la pequeña sirenita, crecerá según nos acercamos; pues no. No creo que esta sirenita de pie no levantará más de metro y medio del suelo, pero da igual. Veinte minutos después de la primera foto siguen todavía sonando las cámaras, hemos hecho fotos individuales, por parejas, en grupos e incluso con desconocidos. Esta sesión con la sirenita marca el final de nuestra visita a Copenhagen, volvemos al hostel pero aun sacamos fuerzas para ver otro parquecito en medio de una base militar aunque el guardia de la puerta está demasiado armado como para tocarle las narices con una foto.
Son las nueve y nos tiramos en la cama todos derrotados, hoy no habrá salida, mañana madrugón, foto en una playa danesa y de vuelta a casa; o eso creo porque siempre queda un camino a la derecha.
El restaurante es relamente idílico, terracita mirando al puerto, camareras trajeadas, una carta interesante y un hambre voraz, media hora después casi no hemos podido probar bocado en el mejor de los casos, demasiada sofisticada la comida o poco acostumbrados a esos sabores. Con el estómago casi vacío y muy revuelto caminamos por el paseo marítimo; un precioso jardín, la maravillosa vista de la ría y el sol a nuestra espalda nos hace olvidar el fiasco de la comida. Hacemos una paradita para contemplar el magnífico edificio de la opera, tras la sesión de fotos continúamos el paseo, siguiente parada el palacio real.
Más allá de la belleza de las plazas, esculturas y edificios que forman el complejo del palacio, la mayor atracción suele ser la guardia real. Hombres enormes vestidos de luces e impasibles ante todas las tonterías que puedas hacerles, santos varones de paciencia infinita.
Cansados de tocarle las narices abandonamos el palacio y seguimos imaginándonos a la sirenita. Estamos a unos cien metros y a lo lejos vemos una pequeña marabunta de personas en torno a una roca, a cincuenta metros ya vemos la figura de la pequeña sirenita, crecerá según nos acercamos; pues no. No creo que esta sirenita de pie no levantará más de metro y medio del suelo, pero da igual. Veinte minutos después de la primera foto siguen todavía sonando las cámaras, hemos hecho fotos individuales, por parejas, en grupos e incluso con desconocidos. Esta sesión con la sirenita marca el final de nuestra visita a Copenhagen, volvemos al hostel pero aun sacamos fuerzas para ver otro parquecito en medio de una base militar aunque el guardia de la puerta está demasiado armado como para tocarle las narices con una foto.
Son las nueve y nos tiramos en la cama todos derrotados, hoy no habrá salida, mañana madrugón, foto en una playa danesa y de vuelta a casa; o eso creo porque siempre queda un camino a la derecha.
20 abr 2006
Copenhagen, una sirenita en el norte de Europa - Episodio II -
La primera resaca en una ciudad suele ser dura, la emoción de la noche anterior te lleva a darlo todo y más, sin reparar a que un pequeño madrugón te está esperando en pocas horas. Tras el madrugón viene la caminata y mañana todo vuelve a empezar, cambiando horas de sueño y descanso por más kilómetros y cansancio. La experiencia te enseña a no vaciarte y guardar siempre algo, por lo que pueda pasar.
El sábado el carrusel de la ducha empieza a las once de la mañana; con cierto orden y alguna culebrilla, con siete para una sola ducha la fauna salvaje se abre paso. Mención especial para nuestro amigo cholo, que amablemente cedió todo el fin de semana su derecho a ducha a cambio de recordarnos nuestra obligación de limpiar el baño. Al final ni él se ducho ni nosotros limpiamos.
A las doce y media ya estamos en camino, sacrificamos sin saberlo nuestra última opción de bicicleta, nos dirigimos a Christiania. Resulta difícil explicar que es Christiania, la leyenda dice que es un campamento hippy en medio de Copenhagen sin normas, sin leyes; durante el camino dejas volar tu imaginación y antes de llegar sientes el hormigueo de la emoción: Joder esto va a ser como un documental de Woodstock en pequeñin pero en directo - piensas iluso mientras no paras de sonreír. Caminamos durante media hora por la ribera del río, admirando a cada paso los maravillosas construcciones de un plan urbanístico que mira a la ciudad y a su gente sintiéndose orgulloso y no como una puta de lujo que se vende al mayor especulador.
Ya estamos llegando a Christiania, ya me parece oler las flores y escuchar el Magic Bus de los Who. Pero mira que soy tonto a veces, ni flores, ni los Who, ni Woodstock... por cada pseudohippy que me encuentro hay tres maderos, dos colgaos borrachos, una tribú urbana de jóvenes malotes y diez perros. Sólo queda un pequeño rumor en el ambiente de lo que Christiania debió ser, pocas personas auténticas de verdad y mucho aprovechado al que le han dado un lugar donde tajarse poque sí a cualquier hora del día. Son las personas las que crean un lugar dejando parte de su esencia y supongo que las de mi quimérica Christiania deben estar hoy de viaje.
Es hora de comer y empieza la lotería de elegir un sitió, parece que hoy hemos tenido suerte, que buena está la comida de LUNA´s diner y menudas raciones. Saciada el hambre dedicamos la tarde a caminar por el centro, visitar alguna tienda y admirar desde un banco los monumentos de Copenhagen; uno, dos ,tres, quince... tardas muy poco en perder la cuenta.
Algunos decidimos alejarnos del centro para ver si hay vida más allá del maravilloso centro. Coño ese tío lleva una pistola, me giro y veo a tres policías desarmando a un vagabundo borracho, pero como somos muy duros no nos dejamos impresionar y seguimos camino más alla del río. La ciudad aunque no tan fashion sigue manteniendo su estilo, edificios pequeños, muchas zonas verdes e infinitos carriles para bicis.
Volvemos al centro para reagruparnos, caminando cansados hacia el hostel piensas en esa maravillosa ducha y en que nos deparará esta noche. Pero a estas alturas todos sabemos que da igual todo lo que uno se imagine al final la noche siempre te sorprende y sino no es tu caso.... hazte un favor, deja de salir.
El sábado el carrusel de la ducha empieza a las once de la mañana; con cierto orden y alguna culebrilla, con siete para una sola ducha la fauna salvaje se abre paso. Mención especial para nuestro amigo cholo, que amablemente cedió todo el fin de semana su derecho a ducha a cambio de recordarnos nuestra obligación de limpiar el baño. Al final ni él se ducho ni nosotros limpiamos.
A las doce y media ya estamos en camino, sacrificamos sin saberlo nuestra última opción de bicicleta, nos dirigimos a Christiania. Resulta difícil explicar que es Christiania, la leyenda dice que es un campamento hippy en medio de Copenhagen sin normas, sin leyes; durante el camino dejas volar tu imaginación y antes de llegar sientes el hormigueo de la emoción: Joder esto va a ser como un documental de Woodstock en pequeñin pero en directo - piensas iluso mientras no paras de sonreír. Caminamos durante media hora por la ribera del río, admirando a cada paso los maravillosas construcciones de un plan urbanístico que mira a la ciudad y a su gente sintiéndose orgulloso y no como una puta de lujo que se vende al mayor especulador.
Ya estamos llegando a Christiania, ya me parece oler las flores y escuchar el Magic Bus de los Who. Pero mira que soy tonto a veces, ni flores, ni los Who, ni Woodstock... por cada pseudohippy que me encuentro hay tres maderos, dos colgaos borrachos, una tribú urbana de jóvenes malotes y diez perros. Sólo queda un pequeño rumor en el ambiente de lo que Christiania debió ser, pocas personas auténticas de verdad y mucho aprovechado al que le han dado un lugar donde tajarse poque sí a cualquier hora del día. Son las personas las que crean un lugar dejando parte de su esencia y supongo que las de mi quimérica Christiania deben estar hoy de viaje.
Es hora de comer y empieza la lotería de elegir un sitió, parece que hoy hemos tenido suerte, que buena está la comida de LUNA´s diner y menudas raciones. Saciada el hambre dedicamos la tarde a caminar por el centro, visitar alguna tienda y admirar desde un banco los monumentos de Copenhagen; uno, dos ,tres, quince... tardas muy poco en perder la cuenta.
Algunos decidimos alejarnos del centro para ver si hay vida más allá del maravilloso centro. Coño ese tío lleva una pistola, me giro y veo a tres policías desarmando a un vagabundo borracho, pero como somos muy duros no nos dejamos impresionar y seguimos camino más alla del río. La ciudad aunque no tan fashion sigue manteniendo su estilo, edificios pequeños, muchas zonas verdes e infinitos carriles para bicis.
Volvemos al centro para reagruparnos, caminando cansados hacia el hostel piensas en esa maravillosa ducha y en que nos deparará esta noche. Pero a estas alturas todos sabemos que da igual todo lo que uno se imagine al final la noche siempre te sorprende y sino no es tu caso.... hazte un favor, deja de salir.
19 abr 2006
Copenhagen, una sirenita en el norte de Europa - Episodio I -
Cuando alguién piensa en un país escandinavo, lo primero que se le viene a la cabeza son los grandes tópicos: frío, vikingos, tías rubias impresionantes, salmón ahumado... y aunque a veces los tópicos son leyendas alejadas de la realidad, esta vez algunos se cumplieron. El salmón estaba muy bueno y las tías también, de los vikingos ni rastro.
Tras un buen madrugón, 532 km. y un viajecito en ferry llegamos a Copenague. Siete aventureros con sus mochilas en un volkswagen de siete plazas y sin maletero, el síndrome de la clase turista estaba al acecho. En esas circustancias subir al ferry que une Alemania con Dinamarca fue una liberación, estirar las piernas un poco, volver a ver el mar y unos rayitos de sol en cubierta; perfecto para cargar un poco las pilas y recorrer los 140 km. finales. Dinamarca nos recibió con sol y viento, grandes llanuras verdes sembradas de molinos y extraño límite de velocidad de 110km/h.
La entrada a las grandes ciudades suele ser un poco caótica, más aún cuando es la primera vez; sabes a donde quieres ir, no sabes donde estás y en el último momento no aparece la S2 que indica la vía michelín. Solución, siempre la misma, conseguir un mapa y preguntar dónde estamos y dónde queda el hostel. Una de las primeras incógnitas que se resuelven en un viaje es cómo está el hostel, pasar tres noches donde no estás cómodo puede resultar un incordio.
Los dormitorios - habitaciones con muchas camas - son una buena opción para dormir por no mucho dinero en el centro de las ciudades, pero casí siempre has de compartirlo con alguién y aunque normalmente son personas con tus mismas inquietudes a veces puede saltar la sorpresa. Sorpresa que llamaremos Cholo y que puede ser francés, por ejemplo, y que no está de visita sino que vive en el dormitorio. Y aunque parezca increíble con nosotros vivió durante tres días un personaje así, un poco peculiar, distinto, pero una buena persona.
Después de dejar las cosas en la habitación número 13 del piso 14 del hostel, comer algo, preguntarnos de quién serían las cosas de la octava cama que había; nos fuimos a estirar las piernas por la ciudad. El hostel estaba situado en el centro de la ciudad, junto al Tivoli, y a unos 500 metros del ayuntamiento. No volvimos a coger el coche hasta el lunes.
La primera sensación de Copenhagen es acogedora, hay muy pocos coches y muchísima gente en bicicleta. En ningún momento sientes que estás en una ciudad de un millón de personas, sin atascos, ni pitidos, aire limpio, edificios pequeños a la vanguardia de la arquitectura contemporánea, sin malas caras y con grandes sonrisas. Copenhagen enamora a primera vista.
Para el recién llegado lo mejor es acercarse hasta la plaza del ayuntamiento, estarás en el centro de la ciudad y muchas calles peatonales suelen confluir en él y normalmente suelen ser monumentos en si mismos. Tras una sesión de fotos en la plaza, empezamos a caminar por la típica calle peatonal, bulliciosa y llena de tiendas, todas cerradas que era festivo; pero que os voy a contar todas las ciudades del mundo tienen al menos una calle así. No duro mucho nuestro primer paseo, el cansancio, el viento y la rasca que hacía nos agotaron demasiado pronto, aunque conseguimos llegar hasta el mar. Pero teníamos ya muy claro que habíamos acertado con la ciudad. Grandes cosas nos estaban esperando, incluyendo un francés. El octavo elemento que me permitió por primera y última vez subirme a una bici en Copenhagen ese mismo viernes. Sólo un minuto encima de la bici fue suficiente para pasar el resto del fin de semana suspirando por ella.
Tras un buen madrugón, 532 km. y un viajecito en ferry llegamos a Copenague. Siete aventureros con sus mochilas en un volkswagen de siete plazas y sin maletero, el síndrome de la clase turista estaba al acecho. En esas circustancias subir al ferry que une Alemania con Dinamarca fue una liberación, estirar las piernas un poco, volver a ver el mar y unos rayitos de sol en cubierta; perfecto para cargar un poco las pilas y recorrer los 140 km. finales. Dinamarca nos recibió con sol y viento, grandes llanuras verdes sembradas de molinos y extraño límite de velocidad de 110km/h.
La entrada a las grandes ciudades suele ser un poco caótica, más aún cuando es la primera vez; sabes a donde quieres ir, no sabes donde estás y en el último momento no aparece la S2 que indica la vía michelín. Solución, siempre la misma, conseguir un mapa y preguntar dónde estamos y dónde queda el hostel. Una de las primeras incógnitas que se resuelven en un viaje es cómo está el hostel, pasar tres noches donde no estás cómodo puede resultar un incordio.
Los dormitorios - habitaciones con muchas camas - son una buena opción para dormir por no mucho dinero en el centro de las ciudades, pero casí siempre has de compartirlo con alguién y aunque normalmente son personas con tus mismas inquietudes a veces puede saltar la sorpresa. Sorpresa que llamaremos Cholo y que puede ser francés, por ejemplo, y que no está de visita sino que vive en el dormitorio. Y aunque parezca increíble con nosotros vivió durante tres días un personaje así, un poco peculiar, distinto, pero una buena persona.
Después de dejar las cosas en la habitación número 13 del piso 14 del hostel, comer algo, preguntarnos de quién serían las cosas de la octava cama que había; nos fuimos a estirar las piernas por la ciudad. El hostel estaba situado en el centro de la ciudad, junto al Tivoli, y a unos 500 metros del ayuntamiento. No volvimos a coger el coche hasta el lunes.
La primera sensación de Copenhagen es acogedora, hay muy pocos coches y muchísima gente en bicicleta. En ningún momento sientes que estás en una ciudad de un millón de personas, sin atascos, ni pitidos, aire limpio, edificios pequeños a la vanguardia de la arquitectura contemporánea, sin malas caras y con grandes sonrisas. Copenhagen enamora a primera vista.
Para el recién llegado lo mejor es acercarse hasta la plaza del ayuntamiento, estarás en el centro de la ciudad y muchas calles peatonales suelen confluir en él y normalmente suelen ser monumentos en si mismos. Tras una sesión de fotos en la plaza, empezamos a caminar por la típica calle peatonal, bulliciosa y llena de tiendas, todas cerradas que era festivo; pero que os voy a contar todas las ciudades del mundo tienen al menos una calle así. No duro mucho nuestro primer paseo, el cansancio, el viento y la rasca que hacía nos agotaron demasiado pronto, aunque conseguimos llegar hasta el mar. Pero teníamos ya muy claro que habíamos acertado con la ciudad. Grandes cosas nos estaban esperando, incluyendo un francés. El octavo elemento que me permitió por primera y última vez subirme a una bici en Copenhagen ese mismo viernes. Sólo un minuto encima de la bici fue suficiente para pasar el resto del fin de semana suspirando por ella.
4 abr 2006
MUSIC: Antony and the Johnsons
This new york, usa-based chamber cabaret outfit is led by the striking, androgynous figure of singularly named performance artist antony. His unusual background saw him relocating from his native england at the age of 10 to be raised in california, usa. He moved to New York in 1990 to attend the experimental theatre wing at nyu, and before long had become heavily involved in the city's punk drag scene.... This is part of the biography of Antony, the singer and the heart of Antony and the Johnsons band.
Being discovered by Lou Reed for the great audience (including myself), after a guest appearance on Lou Reed´s the raven and tour with him, performing a riveting version of "Candy Says" in the middle of Reed´s set. The following year Antony and the Johnsons complete their second album I am a bird now an amazing album. The incredible voice of Antony is the protagonist of the album, featuring guests of honour such as Lou Reed, Devendra Banhart, Boy George and Rufus Wainwright, a warm, intimate, human portrait of his obsessions that seemed to be the exact antithesis of the debut album (Antony & the Johnsons- 2000). The music is based in arrangements of strings and piano, in fact in many concerts Antony playes the piano and only Julia Kent´s cello playes with him. But is the voice of Antony, a voice that embodies romanticism like few great voices in the past. The cover of the album is a 1974 photo of Andy Warhol superstar Candy Darling, a melancholy but arrestingly beautiful image, it depicts Darling on her deathbed.
I am sure that this may be one of those "love it or hate it" cases, an album that I´m consider the discovery of the last year, and I hope that Antony don´t looses his incredible identity in the next album.
Try to listen one of the greatests albums of the last years, and then tell me if you love or hate Antony, the Voice.
Being discovered by Lou Reed for the great audience (including myself), after a guest appearance on Lou Reed´s the raven and tour with him, performing a riveting version of "Candy Says" in the middle of Reed´s set. The following year Antony and the Johnsons complete their second album I am a bird now an amazing album. The incredible voice of Antony is the protagonist of the album, featuring guests of honour such as Lou Reed, Devendra Banhart, Boy George and Rufus Wainwright, a warm, intimate, human portrait of his obsessions that seemed to be the exact antithesis of the debut album (Antony & the Johnsons- 2000). The music is based in arrangements of strings and piano, in fact in many concerts Antony playes the piano and only Julia Kent´s cello playes with him. But is the voice of Antony, a voice that embodies romanticism like few great voices in the past. The cover of the album is a 1974 photo of Andy Warhol superstar Candy Darling, a melancholy but arrestingly beautiful image, it depicts Darling on her deathbed.
I am sure that this may be one of those "love it or hate it" cases, an album that I´m consider the discovery of the last year, and I hope that Antony don´t looses his incredible identity in the next album.
Try to listen one of the greatests albums of the last years, and then tell me if you love or hate Antony, the Voice.
Part of the text take of the official page of Antony and the Johnsons
3 abr 2006
Berlin, visita fugaz a una ciudad con historia
Hay personas, lugares, incluso objetos, que ha pesar de no haberlos visto nunca nos resultan concidos, casi familiares. Esa sensación extraña de conocer lo desconocido fue la primera que tuve al ver Berlín. Pero una realidad de la vida es nuestra tendencia a la exageración, ni os imagináis la imagen que en mi cabeza tenía de Berlín. Al poco de entrar en la ciudad y antes de poder empazar a recorrer los 8 km. que nos separaban del centro, ya nos habíamos perdido. Por suerte conseguimos encontrarnos gracias a la puerta de Brandemburgo, aunque con el cansancio del viaje y el desconcierto de estar perdidos no la reconocimos hasta que estábamos casi en frente. A partir de ahí cinco minutos hasta legar al hostel, dejar las maletas, aparcar el coche y a conocer la ciudad.
Era domingo y aun así había bastante ambiente por la ciudad. Decidimos hacer uno de los itinerarios recomendados por la guía de lonley planet, nada mejor para empezar que un Berlín básico, empezando por el Reichstag (parlamento) y su famoso cúpula de cristal; cúpula a la que no pudimos subir ninguno de los días, ya se sabe lo que pasa cuando algo es gratis las colas son interminables. A continuación otra vez la puerta de Brandemburgo, ahora ya fuera del coche y a su lado ya era mucho más majestuosa, aunque me la había imaginado más grande. Seguimos nuestro itinerario por Unter den Linden el mayor boulevar de Berlín aunque nosotros sólo podíamos entrar a las tiendas de souvenirs y a los cafés, pues en domingo todos los edificios recomendados estaban cerrados. Seguíamos nuestro camino cada vez más rápido, pues hacía un rato que había anochecido. Tras visitar la conocida como plaza más bonita de Berlín y no ver mucho por la oscuridad y la lluvia, buscamos una estación de metro para poder ir al Sony Center, que resulto ser una gran plaza con unas cuantas terrazas, a primera vista. Porque nada más levantar la mirada descubrías una enorme cúpula que se iba iluminando de colores, estaba bastante bien y combinando esa vista con una cerveza en una terraza mientras descansaban un poco las piernas, no tenía precio.
Eran las once de la noche y aún no habíamos cenado, a esas horas en Alemania sólo te puedes tomar un kebab, bueno, bonito y barato. Aunque intentamos una incursión en una especie de restaurante español, y quizás a los berinese les den el palo con lo que servían pero a nosotros no. Siempre, siempre que se va de viaje uno debe adaptarse a las costumbres del lugar que lo acoje, y la comida es más que una costumbre. El kebab vale como autóctona debido a la gran comunidad turca que vive en Alemania. Ya con el estómago lleno y después de otra cerveza en el pub que tenía el hostel nos fuimos a descansar.
Berlín es tan grande y tiene tantas cosa que ver que en dos días lo mejor que uno puede hacer es caminar por la ciudad e ir topándose con monumentos, algo que se complica si es de noche o si llueve a cántaros, circustancias que nosotros experimentamos. Aunque antes de caminar por caminar hay que visitar el muro, o lo que queda de él. Mapa en mano nos dirigimos a una de las zonas en las que aparecía un cacho de muro, además ese cacho que íbamos a ver era como una galería de arte al aire libre, allí habían pintado grandes artistas. Llegamos al punto marcado en el mapa y nos pusimos a buscar el muro, empezamos a caminar por la acera hasta que pasado un rato y no encontrar el muro nos dimos cuenta que el muro no era más que esa pared alta toda pintada y no muy bien conservada que estaba a nuestra derecha, ni nos habíamos dado cuenta. Pensándolo bien tampoco sé que era lo que esperaba encontrar, quizás algo más especial, distinto o reconocible a simple vista, pero no fue así. Supongo que la grandeza del muro estaba en su simbología, había sido un icono durante décadas para millones de personas, había sido el símbolo del comienzo de una época y años después de su final. El espíritu del muro perdurará siempre, mucho más allá que ese trocito de cemento que ahora quedaba. Por si acaso me lleve un pequeño cacho de recuerdo que estaba en el suelo.
Visto un cacho de muro vistos todos, al metro y de nuevo a la puerta de Brandemburgo para ver de día todo lo que vieramos ayer de noche. Ahora ya todos los bancos, las tiendas y las galerías estaban abiertas, no parecía el mismo lugar todo era mucho más bullicioso. Completamos nuestro itinerario Berlín básico entrando al DG Bank con su increíble interior de Frank Gehry, a las Galeries Lafayette de Jean Nouvel y al Quartier 2006 obra de Henry Cobb e I.M. Pei. El tiempo se nos echaba encima, pero antes de irnos nos acercamos hasta el Bauhaus Archiv aunque llegamos a la hora del cierre y no pudimos entrar al museo. Allí acababa nuestra visita a Berlín, pero antes de irnos tuve tiempo de hacerme una foto con la mascota del D-Bahn; un playmovil gigante.
Más de 15 años después de la caída del muro las obras en Berlín no cesan, los solares donde estaba el muro han dejado su sitio a grandes construcciones de los mejores arquitectos del mundo. Las obras son el peaje de Berlín para ser una ciudad tan dinámica, en continuo crecimiento, con más y mejores cosas que ofrecer. Da igual cuantas veces vaya a Berlín en los próximos años, siempre me ofrecerá algo nuevo.
La noche caía y a nuestra espalda quedaba la puerta de Brandemburgo, nuestro faro en Berlín. Vovíamos a casa, pero pronto volveré a Berlín; todavía me quedan muchas cosas por ver y vivir en esta ciudad.
Era domingo y aun así había bastante ambiente por la ciudad. Decidimos hacer uno de los itinerarios recomendados por la guía de lonley planet, nada mejor para empezar que un Berlín básico, empezando por el Reichstag (parlamento) y su famoso cúpula de cristal; cúpula a la que no pudimos subir ninguno de los días, ya se sabe lo que pasa cuando algo es gratis las colas son interminables. A continuación otra vez la puerta de Brandemburgo, ahora ya fuera del coche y a su lado ya era mucho más majestuosa, aunque me la había imaginado más grande. Seguimos nuestro itinerario por Unter den Linden el mayor boulevar de Berlín aunque nosotros sólo podíamos entrar a las tiendas de souvenirs y a los cafés, pues en domingo todos los edificios recomendados estaban cerrados. Seguíamos nuestro camino cada vez más rápido, pues hacía un rato que había anochecido. Tras visitar la conocida como plaza más bonita de Berlín y no ver mucho por la oscuridad y la lluvia, buscamos una estación de metro para poder ir al Sony Center, que resulto ser una gran plaza con unas cuantas terrazas, a primera vista. Porque nada más levantar la mirada descubrías una enorme cúpula que se iba iluminando de colores, estaba bastante bien y combinando esa vista con una cerveza en una terraza mientras descansaban un poco las piernas, no tenía precio.
Eran las once de la noche y aún no habíamos cenado, a esas horas en Alemania sólo te puedes tomar un kebab, bueno, bonito y barato. Aunque intentamos una incursión en una especie de restaurante español, y quizás a los berinese les den el palo con lo que servían pero a nosotros no. Siempre, siempre que se va de viaje uno debe adaptarse a las costumbres del lugar que lo acoje, y la comida es más que una costumbre. El kebab vale como autóctona debido a la gran comunidad turca que vive en Alemania. Ya con el estómago lleno y después de otra cerveza en el pub que tenía el hostel nos fuimos a descansar.
Berlín es tan grande y tiene tantas cosa que ver que en dos días lo mejor que uno puede hacer es caminar por la ciudad e ir topándose con monumentos, algo que se complica si es de noche o si llueve a cántaros, circustancias que nosotros experimentamos. Aunque antes de caminar por caminar hay que visitar el muro, o lo que queda de él. Mapa en mano nos dirigimos a una de las zonas en las que aparecía un cacho de muro, además ese cacho que íbamos a ver era como una galería de arte al aire libre, allí habían pintado grandes artistas. Llegamos al punto marcado en el mapa y nos pusimos a buscar el muro, empezamos a caminar por la acera hasta que pasado un rato y no encontrar el muro nos dimos cuenta que el muro no era más que esa pared alta toda pintada y no muy bien conservada que estaba a nuestra derecha, ni nos habíamos dado cuenta. Pensándolo bien tampoco sé que era lo que esperaba encontrar, quizás algo más especial, distinto o reconocible a simple vista, pero no fue así. Supongo que la grandeza del muro estaba en su simbología, había sido un icono durante décadas para millones de personas, había sido el símbolo del comienzo de una época y años después de su final. El espíritu del muro perdurará siempre, mucho más allá que ese trocito de cemento que ahora quedaba. Por si acaso me lleve un pequeño cacho de recuerdo que estaba en el suelo.
Visto un cacho de muro vistos todos, al metro y de nuevo a la puerta de Brandemburgo para ver de día todo lo que vieramos ayer de noche. Ahora ya todos los bancos, las tiendas y las galerías estaban abiertas, no parecía el mismo lugar todo era mucho más bullicioso. Completamos nuestro itinerario Berlín básico entrando al DG Bank con su increíble interior de Frank Gehry, a las Galeries Lafayette de Jean Nouvel y al Quartier 2006 obra de Henry Cobb e I.M. Pei. El tiempo se nos echaba encima, pero antes de irnos nos acercamos hasta el Bauhaus Archiv aunque llegamos a la hora del cierre y no pudimos entrar al museo. Allí acababa nuestra visita a Berlín, pero antes de irnos tuve tiempo de hacerme una foto con la mascota del D-Bahn; un playmovil gigante.
Más de 15 años después de la caída del muro las obras en Berlín no cesan, los solares donde estaba el muro han dejado su sitio a grandes construcciones de los mejores arquitectos del mundo. Las obras son el peaje de Berlín para ser una ciudad tan dinámica, en continuo crecimiento, con más y mejores cosas que ofrecer. Da igual cuantas veces vaya a Berlín en los próximos años, siempre me ofrecerá algo nuevo.
La noche caía y a nuestra espalda quedaba la puerta de Brandemburgo, nuestro faro en Berlín. Vovíamos a casa, pero pronto volveré a Berlín; todavía me quedan muchas cosas por ver y vivir en esta ciudad.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)