Hay personas, lugares, incluso objetos, que ha pesar de no haberlos visto nunca nos resultan concidos, casi familiares. Esa sensación extraña de conocer lo desconocido fue la primera que tuve al ver Berlín. Pero una realidad de la vida es nuestra tendencia a la exageración, ni os imagináis la imagen que en mi cabeza tenía de Berlín. Al poco de entrar en la ciudad y antes de poder empazar a recorrer los 8 km. que nos separaban del centro, ya nos habíamos perdido. Por suerte conseguimos encontrarnos gracias a la puerta de Brandemburgo, aunque con el cansancio del viaje y el desconcierto de estar perdidos no la reconocimos hasta que estábamos casi en frente. A partir de ahí cinco minutos hasta legar al hostel, dejar las maletas, aparcar el coche y a conocer la ciudad.
Era domingo y aun así había bastante ambiente por la ciudad. Decidimos hacer uno de los itinerarios recomendados por la guía de lonley planet, nada mejor para empezar que un Berlín básico, empezando por el Reichstag (parlamento) y su famoso cúpula de cristal; cúpula a la que no pudimos subir ninguno de los días, ya se sabe lo que pasa cuando algo es gratis las colas son interminables. A continuación otra vez la puerta de Brandemburgo, ahora ya fuera del coche y a su lado ya era mucho más majestuosa, aunque me la había imaginado más grande. Seguimos nuestro itinerario por Unter den Linden el mayor boulevar de Berlín aunque nosotros sólo podíamos entrar a las tiendas de souvenirs y a los cafés, pues en domingo todos los edificios recomendados estaban cerrados. Seguíamos nuestro camino cada vez más rápido, pues hacía un rato que había anochecido. Tras visitar la conocida como plaza más bonita de Berlín y no ver mucho por la oscuridad y la lluvia, buscamos una estación de metro para poder ir al Sony Center, que resulto ser una gran plaza con unas cuantas terrazas, a primera vista. Porque nada más levantar la mirada descubrías una enorme cúpula que se iba iluminando de colores, estaba bastante bien y combinando esa vista con una cerveza en una terraza mientras descansaban un poco las piernas, no tenía precio.
Eran las once de la noche y aún no habíamos cenado, a esas horas en Alemania sólo te puedes tomar un kebab, bueno, bonito y barato. Aunque intentamos una incursión en una especie de restaurante español, y quizás a los berinese les den el palo con lo que servían pero a nosotros no. Siempre, siempre que se va de viaje uno debe adaptarse a las costumbres del lugar que lo acoje, y la comida es más que una costumbre. El kebab vale como autóctona debido a la gran comunidad turca que vive en Alemania. Ya con el estómago lleno y después de otra cerveza en el pub que tenía el hostel nos fuimos a descansar.
Berlín es tan grande y tiene tantas cosa que ver que en dos días lo mejor que uno puede hacer es caminar por la ciudad e ir topándose con monumentos, algo que se complica si es de noche o si llueve a cántaros, circustancias que nosotros experimentamos. Aunque antes de caminar por caminar hay que visitar el muro, o lo que queda de él. Mapa en mano nos dirigimos a una de las zonas en las que aparecía un cacho de muro, además ese cacho que íbamos a ver era como una galería de arte al aire libre, allí habían pintado grandes artistas. Llegamos al punto marcado en el mapa y nos pusimos a buscar el muro, empezamos a caminar por la acera hasta que pasado un rato y no encontrar el muro nos dimos cuenta que el muro no era más que esa pared alta toda pintada y no muy bien conservada que estaba a nuestra derecha, ni nos habíamos dado cuenta. Pensándolo bien tampoco sé que era lo que esperaba encontrar, quizás algo más especial, distinto o reconocible a simple vista, pero no fue así. Supongo que la grandeza del muro estaba en su simbología, había sido un icono durante décadas para millones de personas, había sido el símbolo del comienzo de una época y años después de su final. El espíritu del muro perdurará siempre, mucho más allá que ese trocito de cemento que ahora quedaba. Por si acaso me lleve un pequeño cacho de recuerdo que estaba en el suelo.
Visto un cacho de muro vistos todos, al metro y de nuevo a la puerta de Brandemburgo para ver de día todo lo que vieramos ayer de noche. Ahora ya todos los bancos, las tiendas y las galerías estaban abiertas, no parecía el mismo lugar todo era mucho más bullicioso. Completamos nuestro itinerario Berlín básico entrando al DG Bank con su increíble interior de Frank Gehry, a las Galeries Lafayette de Jean Nouvel y al Quartier 2006 obra de Henry Cobb e I.M. Pei. El tiempo se nos echaba encima, pero antes de irnos nos acercamos hasta el Bauhaus Archiv aunque llegamos a la hora del cierre y no pudimos entrar al museo. Allí acababa nuestra visita a Berlín, pero antes de irnos tuve tiempo de hacerme una foto con la mascota del D-Bahn; un playmovil gigante.
Más de 15 años después de la caída del muro las obras en Berlín no cesan, los solares donde estaba el muro han dejado su sitio a grandes construcciones de los mejores arquitectos del mundo. Las obras son el peaje de Berlín para ser una ciudad tan dinámica, en continuo crecimiento, con más y mejores cosas que ofrecer. Da igual cuantas veces vaya a Berlín en los próximos años, siempre me ofrecerá algo nuevo.
La noche caía y a nuestra espalda quedaba la puerta de Brandemburgo, nuestro faro en Berlín. Vovíamos a casa, pero pronto volveré a Berlín; todavía me quedan muchas cosas por ver y vivir en esta ciudad.
3 abr 2006
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1 comentario:
"poeta, poetinha..." que diría o clásico brasileiro.
Hai que ver que ben que escribes Moi, da gusto ler estas crónicas! Pareces contaxiado do espírito de Segurola, he he he... ;-)
Con esta habilidade para xuntar letras non podo agardar para ler o teu Proxecto, vai ser fermoso de verdade... ¿xa empezaches a currar ou estás aínda na fase de turismo?
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