16 dic 2006

Munich, menuda maravilla (episodio II)

Por fin nos hemos librado del embrujo del Englisher Garten, tras dos horas de relax el cuerpo nos pide algo de bullicio y ajetreo; algo difícil de encontrar en Alemania porque aquí parece que nada les sube las pulsaciones. En busca de aventuras excitantes cambiamos el verde por el asfalto, al asalto del centro de la ciudad, a menos de un kilómetro Marienplatz. Munich guarda muchos tesoros y en nuestro pequeño recorrido pasamos por la Odeonsplatz, el Royal City Palace y la Opera; foto, cerveza y un poco de cháchara en cada parada; breves pero intensas. lo acompañan están muy buenas.
Llegamos a Marienplatz justo a tiempo para ver el espectáculo del reloj de la torre, cuando no había televisión ni cine el duelo de los caballeros en lo alto de la torre impresionaría, hoy no pasa de mera anécdota. Acabado el show la gente se dispersa, aunque cada edificio es un monumento en esta plaza, los monumentos que andan siempre son los que más se disfrutan. Además del reloj hay un viejo torreón en Marienplatz desde donde disfrutar una increíble vista de la ciudad aunque la subidita no es muy recomendable para vagos y poco deportistas. Al sur de Marienplatz está el Viktualienmarkt, mercado de comida, donde merendamos una exquisitez bávara, una mezcla entre choped y lacón asado, que conste que al lacón sólo se parece en que está asado y al choped en lo demás; las salsas dulces que
Cuando estábamos en el viejo torreón vi una extraña iglesia, alargada y con dos torres en la parte delantera, lo inquietante es que las torres no acababan en punta sino en unas cúpulas azuladas que le daban un aire siniestro, como un escenario de Indiana Jones y la última cruzada; la verdad ahora que estoy delante de la iglesia, Marienkirche, no es para tanto.
Seguimos hasta la zona de la universidad, junto a ella las Pinakothek: Neue, Alte y der Moderne, están cerradas pero se siente el arte, al menos yo me siento un artista, como todos los días menuda novedad. Antes de marcharse, Heiko nos lleva hasta el Theresien-wiese, a primera vista no es más que una feria con atracciones y mucha gente, mucha gente felizmente borracha. Desde lo alto de las escaleras veo todo el parque, la gente grita en la montaña rusa, un poco más abajo un par de listillos italianos intentan hacerse a una pobre incauta borracha, nosotros observamos cualquier detalle que nos sirva para mañana; localización de los baños, carpa más animada, salidas de emergencia... Estamos en el Oktoberfest aunque hoy sólo de visita. A las once de la noche, como todas las fiestas alemanas, las carpas cierran y toda una marabunta sale a las calles, algunos se suben a las atracciones para acabar de agitar la coctelera. Nosotros también nos vamos, mañana será un día muy largo.
Son las seis de la mañana y nos estamos metiéndo en cama, increíble pero cierto, desde las once hasta ahora nos separan tres garitos, cuatro conciertos y cuatro kilómetros de bici de vuelta a casa. Lo mejor es que en dos horas estaremos pegándonos una ducha y camino al Oktoberfest y mañanba seremos algo más que espectadores.