Por fin nos hemos librado del embrujo del Englisher Garten, tras dos horas de relax el cuerpo nos pide algo de bullicio y ajetreo; algo difícil de encontrar en Alemania porque aquí parece que nada les sube las pulsaciones. En busca de aventuras excitantes cambiamos el verde por el asfalto, al asalto del centro de la ciudad, a menos de un kilómetro Marienplatz. Munich guarda muchos tesoros y en nuestro pequeño recorrido pasamos por la Odeonsplatz, el Royal City Palace y la Opera; foto, cerveza y un poco de cháchara en cada parada; breves pero intensas. lo acompañan están muy buenas.
Llegamos a Marienplatz justo a tiempo para ver el espectáculo del reloj de la torre, cuando no había televisión ni cine el duelo de los caballeros en lo alto de la torre impresionaría, hoy no pasa de mera anécdota. Acabado el show la gente se dispersa, aunque cada edificio es un monumento en esta plaza, los monumentos que andan siempre son los que más se disfrutan. Además del reloj hay un viejo torreón en Marienplatz desde donde disfrutar una increíble vista de la ciudad aunque la subidita no es muy recomendable para vagos y poco deportistas. Al sur de Marienplatz está el Viktualienmarkt, mercado de comida, donde merendamos una exquisitez bávara, una mezcla entre choped y lacón asado, que conste que al lacón sólo se parece en que está asado y al choped en lo demás; las salsas dulces que
Cuando estábamos en el viejo torreón vi una extraña iglesia, alargada y con dos torres en la parte delantera, lo inquietante es que las torres no acababan en punta sino en unas cúpulas azuladas que le daban un aire siniestro, como un escenario de Indiana Jones y la última cruzada; la verdad ahora que estoy delante de la iglesia, Marienkirche, no es para tanto.
Seguimos hasta la zona de la universidad, junto a ella las Pinakothek: Neue, Alte y der Moderne, están cerradas pero se siente el arte, al menos yo me siento un artista, como todos los días menuda novedad. Antes de marcharse, Heiko nos lleva hasta el Theresien-wiese, a primera vista no es más que una feria con atracciones y mucha gente, mucha gente felizmente borracha. Desde lo alto de las escaleras veo todo el parque, la gente grita en la montaña rusa, un poco más abajo un par de listillos italianos intentan hacerse a una pobre incauta borracha, nosotros observamos cualquier detalle que nos sirva para mañana; localización de los baños, carpa más animada, salidas de emergencia... Estamos en el Oktoberfest aunque hoy sólo de visita. A las once de la noche, como todas las fiestas alemanas, las carpas cierran y toda una marabunta sale a las calles, algunos se suben a las atracciones para acabar de agitar la coctelera. Nosotros también nos vamos, mañana será un día muy largo.
Son las seis de la mañana y nos estamos metiéndo en cama, increíble pero cierto, desde las once hasta ahora nos separan tres garitos, cuatro conciertos y cuatro kilómetros de bici de vuelta a casa. Lo mejor es que en dos horas estaremos pegándonos una ducha y camino al Oktoberfest y mañanba seremos algo más que espectadores.
16 dic 2006
12 nov 2006
Munich, menuda maravilla
Después de la segunda guerra mundial buena parte de las empresas alemanas trasladaron a Munich sus sedes y centros de producción, el creciemiento económico de la región ha sido imparable desde entonces convirtiéndose en la región más rica de Alemania. Dinero por todos lados es lo que se respira en Munich, aunque de una forma natural sin ostentación.
La bienvenida a la ciudad la da el imponente Allianz Arena, el nuevo estadio del Bayern de Munich, un faro rosa y azul que la alumbra la autopista. En una primer paseo en coche ves todo lo que el dinero podría comprar: coches de alta cilindrada, tiendas de lujo y restaurantes, ninguno vacío. La ciudad está limpia y tranquila, por las grandes avenidas no transitan muchos coches, ha sido un viaje largo aunque entretenido, mucha música y alguna cabezadita.
Hay mejores y peores anfitriones, pero Heiko está fuera de concurso; compramos unas cervezas, dejamos el equipaje en su casa y el coche de alquiler en el Sheraton -que nivel-.
Nos acercamos hasta un garito bastante alternativo, los tatuajes ocupan más del 25% de piel que hay aquí y eso gracias a que nuestros esculturales cuerpos sin mancha bajan la media. La lástima es haber llegado tarde y sólo disfrutar de un par de canciones, los tíos no lo hacen mal de todo y una banda con dos baterías no se ve todos los días. Antés de volver a casa y a modo de aperitivo Heiko nos hace un tour en coche por la ciudad, un montón de fotos movidas y un control de alcoholemia son nuestras buenas noches. Curioso el control de alcoholemia en Alemania, aquí la pareja de policías hace la ronda con un abogado de oficio; por lo quepueda pasar.
Los buenos días son un pedazo de desayuno que el anfitrión de anfitriones nos tiene preparado, en el balcón tomando el sol hacemos el reparto de bicis. Media hora después y tras los ajustes técnicos de las monturas, los cuatro jinetes del apocalípsis nos dirigimos a la conquista de Munich; eso sí, con una caja de cervezas en la cesta.
La primera parada es el Englisher Garte y ante mí la típica imagen alemana: un montón de gente comiendo salchichas y bebiendo cerveza, con música bábara en directo y muchas muchas mejillas sonrojadas. Pero que sería de las costumbres alemanas sin nudismo, la margen derecha del río esta plagada de gente en pelotas, por desgracia estamos en el lado izquierdo y tampoco vamos a cambiarnos de acera ahora. La música de un grupo de gitanos y unos surfistas completan la oferta del Englisher Garten. El sueño de cualquier surfista de interior una ola de izquierda, con fuerza y que siempre es la buena, en el centro de la ciudad a más de 800 km de la playa más cercana. Munich es así.
La bienvenida a la ciudad la da el imponente Allianz Arena, el nuevo estadio del Bayern de Munich, un faro rosa y azul que la alumbra la autopista. En una primer paseo en coche ves todo lo que el dinero podría comprar: coches de alta cilindrada, tiendas de lujo y restaurantes, ninguno vacío. La ciudad está limpia y tranquila, por las grandes avenidas no transitan muchos coches, ha sido un viaje largo aunque entretenido, mucha música y alguna cabezadita.
Hay mejores y peores anfitriones, pero Heiko está fuera de concurso; compramos unas cervezas, dejamos el equipaje en su casa y el coche de alquiler en el Sheraton -que nivel-.
Nos acercamos hasta un garito bastante alternativo, los tatuajes ocupan más del 25% de piel que hay aquí y eso gracias a que nuestros esculturales cuerpos sin mancha bajan la media. La lástima es haber llegado tarde y sólo disfrutar de un par de canciones, los tíos no lo hacen mal de todo y una banda con dos baterías no se ve todos los días. Antés de volver a casa y a modo de aperitivo Heiko nos hace un tour en coche por la ciudad, un montón de fotos movidas y un control de alcoholemia son nuestras buenas noches. Curioso el control de alcoholemia en Alemania, aquí la pareja de policías hace la ronda con un abogado de oficio; por lo quepueda pasar.
Los buenos días son un pedazo de desayuno que el anfitrión de anfitriones nos tiene preparado, en el balcón tomando el sol hacemos el reparto de bicis. Media hora después y tras los ajustes técnicos de las monturas, los cuatro jinetes del apocalípsis nos dirigimos a la conquista de Munich; eso sí, con una caja de cervezas en la cesta.
La primera parada es el Englisher Garte y ante mí la típica imagen alemana: un montón de gente comiendo salchichas y bebiendo cerveza, con música bábara en directo y muchas muchas mejillas sonrojadas. Pero que sería de las costumbres alemanas sin nudismo, la margen derecha del río esta plagada de gente en pelotas, por desgracia estamos en el lado izquierdo y tampoco vamos a cambiarnos de acera ahora. La música de un grupo de gitanos y unos surfistas completan la oferta del Englisher Garten. El sueño de cualquier surfista de interior una ola de izquierda, con fuerza y que siempre es la buena, en el centro de la ciudad a más de 800 km de la playa más cercana. Munich es así.
Braunschweig, una escapadita que merece la pena
Un pequeño cambio de aires, ver algo distinto, cambiar de entorno por unas horas, en definitiva cargar las pilas; siempre es necesario cada cierto tiempo antes de que se agoten las baterías. Nada mejor que otra ciudad, no muy lejana, con tiendas, gente y un clima más benévolo que Clausthal, por supuesto con una buena compañía. Braunschweig es todo eso y más, es la ciudad más importante del suroeste del Niedersachen con algo más de 240.000 habitantes, donde tradición y progreso se dan la mano... Al menos así reza el panfleto de la oficina de turismo.
Tradición e historia se ven en toda la zona antigua de Braunschweig, es como una pequeña villa dentro de una gran ciudad, lo del progreso lo dejo para el 2007, pues Braunschweig ha sido designada ciudad de la ciencia 2007.
Para disfrutar de Braunschweig es vital que el tiempo acompañe, nada de lluvia y un clima agradable, para así poder perderse por las calles peatonales de la ciudad. Durante este paseo la ciudad va saciando cada una de nuestras necesidades, una librería para David, un abrigo para Santi, un castillo con gaiteros para María, un platito de pescado para mí y tías buenas para disfrute de Balles. Tampoco es que sea nada del otro mundo, pero nuestra pequeña burbuja clausthaliana ha conseguido que las acciones cotidianas del pasado sean ahora pequeños placeres muy de vez en cuando; a ver si así aprendo a valorar lo que tengo -que diría mi padre.
Caminamos desde la Wilhelm Platz hasta el Rathaus, con calma, sin ninguna prisa; deteniéndonos en cada fuente, en cada plaza y en cada mercadillo que encontramos. Los encargados de los puestos ambulantes con sus disfraces mantienen la armonía con los edificios más antiguos, y en las zonas más modernas terrazas con unas comodísimas sillas esperan para descansar de tanto empedrado. Porque haga frío o calor; llueva, truene o relampaguee, hay que disfrutar de una cerveza en cada ciudad alemana y si aún encima es típica procurar, con más o menos disimulo, llevarte la jarra de regalo.
Braunschweig no es la ciudad más hermosa de Alemania, tampoco tiene mucho especial que ver; pero si estás viviendo en el Harz y quieres recordar como es una ciudad, con bullicio, sin frío e incluso hacer alguna compra, a sólo una horita de Clausthal; pásate por Braunschweig. Porque cargar las pilas no tiene precio.
6 nov 2006
Nokia Trends Fest
Un hangar en el puerto más grande de Europa + una marca de teléfonos móviles + un montón de gente con ganas de fiesta + música = NOKIA TRENDS FEST
La ecuación es sencilla y el resultado increíble: Robocop Kraus, Art Brut, Razorlight, Kelis y un montón de djs, entre ellos el de LCD Soundsystem. Un cartel normalito por 12€, para empezar no está mal.
En un viaje en grupo la puntualidad la marca los más impuntuales, por desgracia los alemanes son tan puntuales que acabamos de llegar y ya nos hemos perdido el concierto de los Robocop Kraus; otra vez será. El concierto se celebra en Freihafen una parte del puerto considerado como una zona sin bandera, ni siquiera es Alemania, con el fin de que los barcos puedan dejar la mercancía en puerto sin tener que pagar aranceles. Una política muy inteligente pero que no se nota en las cervezas que cuestan un pico, con o sin aranceles.
Cerveza en mano bailamos con los increíbles Art Brut, ya en la primera canción Eddie Argos, cantante del grupo, lo deja claro; cuando quiere canta y cuando no, habla con un poco de ritmo. No es ni guapo, ni canta bien; quiera o no, pero joder el muy cabrón es una estrella, si los doce temas del álbum Bang Bang Rock & Roll son grandes, en directo son increíbles; tratando lo cotidiano de una forma desenfadada, irónica y un poco macarra. Realmente una banda para no perderse, por eso y por Emily Kane, les doy un 9.
Exhaustos de 50 minutos de intenso rock, otra cerveza, otra clavada y listos para ver a los Razorlight. Primera sorpresa del concierto, no hay sorpresas; cantante guaperas, con complejo de Jim Morrison vestido de blanco, no ha tardado ni dos canciones en quedarse medio en bolas, para delirio de las fans, lástima que no cunda el ejemplo; mucho grito pero nada de sacarse la ropa. Algún buen tema como Golden Touch, alegra lo justo el concierto; hasta que oh!! sorpresa llega el último tema, diez minutos de música casi instrumental donde la banda va más allá de las posturitas del cantante. Por ese último tema, les doy un 5.
Otra cervecita a pachas gracias a Raúl y llega Kelis, hermosa, insinuante y con voz de diva del soul, el mc marca el ritmo de los temas mientras kelis se contonea al ritmo de la música. Lo mejor del concierto, por supuesto, la cara de Robert disfrutando como un niño de un bombón. En 50 minutos despacha los temas más conocidos de su carrera sin tiempo para caer en la monotonía. Por el buen rollo, la felicidad de Robert y esa pedazo de minifalda, le doy un 7.
Se acabaron los conciertos y ya sin un duro, tras dar una vuelta por las carpas, abandonamos Freihafen y nos volvemos para Alemania; menos mal que el bus es gratis. Mejor no haré comentarios de la sesión de James Murphy, el disco de LCD Soundsystemle le da otra oportunidad, la última.
Nos lo hemos pasado en grande, aunque tendremos que ver a los Robocop Kraus para cerrar el círculo.
La ecuación es sencilla y el resultado increíble: Robocop Kraus, Art Brut, Razorlight, Kelis y un montón de djs, entre ellos el de LCD Soundsystem. Un cartel normalito por 12€, para empezar no está mal.
En un viaje en grupo la puntualidad la marca los más impuntuales, por desgracia los alemanes son tan puntuales que acabamos de llegar y ya nos hemos perdido el concierto de los Robocop Kraus; otra vez será. El concierto se celebra en Freihafen una parte del puerto considerado como una zona sin bandera, ni siquiera es Alemania, con el fin de que los barcos puedan dejar la mercancía en puerto sin tener que pagar aranceles. Una política muy inteligente pero que no se nota en las cervezas que cuestan un pico, con o sin aranceles.
Cerveza en mano bailamos con los increíbles Art Brut, ya en la primera canción Eddie Argos, cantante del grupo, lo deja claro; cuando quiere canta y cuando no, habla con un poco de ritmo. No es ni guapo, ni canta bien; quiera o no, pero joder el muy cabrón es una estrella, si los doce temas del álbum Bang Bang Rock & Roll son grandes, en directo son increíbles; tratando lo cotidiano de una forma desenfadada, irónica y un poco macarra. Realmente una banda para no perderse, por eso y por Emily Kane, les doy un 9.
Exhaustos de 50 minutos de intenso rock, otra cerveza, otra clavada y listos para ver a los Razorlight. Primera sorpresa del concierto, no hay sorpresas; cantante guaperas, con complejo de Jim Morrison vestido de blanco, no ha tardado ni dos canciones en quedarse medio en bolas, para delirio de las fans, lástima que no cunda el ejemplo; mucho grito pero nada de sacarse la ropa. Algún buen tema como Golden Touch, alegra lo justo el concierto; hasta que oh!! sorpresa llega el último tema, diez minutos de música casi instrumental donde la banda va más allá de las posturitas del cantante. Por ese último tema, les doy un 5.
Otra cervecita a pachas gracias a Raúl y llega Kelis, hermosa, insinuante y con voz de diva del soul, el mc marca el ritmo de los temas mientras kelis se contonea al ritmo de la música. Lo mejor del concierto, por supuesto, la cara de Robert disfrutando como un niño de un bombón. En 50 minutos despacha los temas más conocidos de su carrera sin tiempo para caer en la monotonía. Por el buen rollo, la felicidad de Robert y esa pedazo de minifalda, le doy un 7.
Se acabaron los conciertos y ya sin un duro, tras dar una vuelta por las carpas, abandonamos Freihafen y nos volvemos para Alemania; menos mal que el bus es gratis. Mejor no haré comentarios de la sesión de James Murphy, el disco de LCD Soundsystemle le da otra oportunidad, la última.
Nos lo hemos pasado en grande, aunque tendremos que ver a los Robocop Kraus para cerrar el círculo.
Hamburg, nueva visita a ciudad Perdición
De nuevo de visita por Hamburgo, la capital alemana del juego, la fiesta sin control y el sexo de pago; el mismo Hamburgo, distinta compañía. Esta vez no hay hostel sino Casa Vero, un pisito acogedor donde Raúl, Llorenç, Robert, Henry, Vero -la señora de casa- y yo nos disponemos a disfrutar de un gran fin de semana. Por delante un festival de música el sábado y ganas de comer pescado.
Recién llegados el viernes una buena ración de empanadillas antes de salir a dar una vuelta, el mejor truco para hacer una comida sabrosa es tardar mucho, mucho tiempo; con mucha hambre todo sabe a gloria.
Encontrar un buen garito no es fácil y cuando no conoces imposible, por eso la fugaz compañía de Susana -amiga cool de Henry- nos lleva diréctamente al Golden Algo; Palace o Gate, el típico sitio que no encuentras sino te llevan. Una casa semiokupa con jardín, bebida a un precio razonable, una zona de baile acogedora -la puedes llamar pequeña- y bastante gente. A pesar del cansancio aguantamos un rato más de fiesta, permitiendo a Llorenç desarrollar su aficción por la escultura. Está amaneciendo y aunque queda algún que otro canto, las mayores piedras se han acabado y poco le queda al bueno de Llorenç por picar, de vuelta a casa.
Lo mejor de Hamburgo es sin duda su dinamismo nocturno y el pescado, si ya lo has visto una vez puedes dedicar la mañana a descansar hasta que llegue la hora de comer y después de la comida unas cervezas, calentando motores para el Nokia Trends. [VER NOKIA TRENDS POST]
Son las cinco de la mañana, cansados y sin pasta vamos al famoso mercado de pescado en Altona. A las cinco y media de la mañana comienzan a abrir los primeros tenderetes, se puede encontrar ropa, suvenirs y sobre todo pescado; puede que no estén al nivel de nuestro maravilloso pescado gallego pero se me hace la boca agua con los calamares, la merluza, los chipirones y el marisco. Es una lástima que en los puestos de comida se queden en la fritanga de siempre, por dios que alguién les diga a estos alemanes que hay formas de cocinar más allá de empanar y freír. Tras dos horas de paseo y una pequeña visita a la lonja, a partir de las siete hay música en directo; cogemos el barco, mañana comeremos un último pescadito antes de volver a casa.
Hamburgo me deja sensaciones extrañas, ciudad cosmopolita donde los ambientes conviven sin mezclarse. Puedes disfrutar de la fiesta non stop de la Reeperbahn, de la opulencia de las mansiones y los hoteles de lujo, de la tradición de los pescadores y el mercado, de la industria del sexo con factura o encontrar los principales medios de comunicación e industria musical alemana; todo en uno. Quizás la próxima vez me toque el lujo y el dinero, quién sabe.
Recién llegados el viernes una buena ración de empanadillas antes de salir a dar una vuelta, el mejor truco para hacer una comida sabrosa es tardar mucho, mucho tiempo; con mucha hambre todo sabe a gloria.
Encontrar un buen garito no es fácil y cuando no conoces imposible, por eso la fugaz compañía de Susana -amiga cool de Henry- nos lleva diréctamente al Golden Algo; Palace o Gate, el típico sitio que no encuentras sino te llevan. Una casa semiokupa con jardín, bebida a un precio razonable, una zona de baile acogedora -la puedes llamar pequeña- y bastante gente. A pesar del cansancio aguantamos un rato más de fiesta, permitiendo a Llorenç desarrollar su aficción por la escultura. Está amaneciendo y aunque queda algún que otro canto, las mayores piedras se han acabado y poco le queda al bueno de Llorenç por picar, de vuelta a casa.
Lo mejor de Hamburgo es sin duda su dinamismo nocturno y el pescado, si ya lo has visto una vez puedes dedicar la mañana a descansar hasta que llegue la hora de comer y después de la comida unas cervezas, calentando motores para el Nokia Trends. [VER NOKIA TRENDS POST]
Son las cinco de la mañana, cansados y sin pasta vamos al famoso mercado de pescado en Altona. A las cinco y media de la mañana comienzan a abrir los primeros tenderetes, se puede encontrar ropa, suvenirs y sobre todo pescado; puede que no estén al nivel de nuestro maravilloso pescado gallego pero se me hace la boca agua con los calamares, la merluza, los chipirones y el marisco. Es una lástima que en los puestos de comida se queden en la fritanga de siempre, por dios que alguién les diga a estos alemanes que hay formas de cocinar más allá de empanar y freír. Tras dos horas de paseo y una pequeña visita a la lonja, a partir de las siete hay música en directo; cogemos el barco, mañana comeremos un último pescadito antes de volver a casa.
Hamburgo me deja sensaciones extrañas, ciudad cosmopolita donde los ambientes conviven sin mezclarse. Puedes disfrutar de la fiesta non stop de la Reeperbahn, de la opulencia de las mansiones y los hoteles de lujo, de la tradición de los pescadores y el mercado, de la industria del sexo con factura o encontrar los principales medios de comunicación e industria musical alemana; todo en uno. Quizás la próxima vez me toque el lujo y el dinero, quién sabe.
5 nov 2006
Postdam, viaje al pasado
Sacrificar un día en Berlín para visitar Postdam puede merecer la pena, pero si eres un amante de los jardines, las fuentes y los palacetes de verano no te queda más remedio.
Fácil de llegar con el S-Bahn desde Alexander Platz o cualquiera de las estaciones principales, tras media hora de tren y un paseíto de un cuarto de hora te encuentras a las puertas de una de las mayores muestras de megalomanía no original jamás vista por mí, el Parque Sanssouci.
Megalomanía- porque un rey alemán se empeño en construir un área de recreo inmensa, con muchos palacetes y fuentes; no original- porque la idea le surgió tras una visita a los jardines de Versalles. Vamos el típico caso de culo veo culo quiero.
En pleno verano, en un día caluroso y bastante soleado es una delicia perderse por esos jardines e imaginarse como sería aquí la vida en el siglo XVIII. Hay edificios interesantes diseminados por el parque: Orangerieschloss, Neues Palais, Schloss Charlottnhof; palacios reales donde se alojaban las visitas extranjeras y la propia familia real. Siguiendo los pasadizos entre los árboles acabas llegando a edificios más pequeños como el Drachenhaus, edificio del dragón; y también algunos de los edificios de la universidad de Postdam. Después de cuatro horas vagando por el parque llegamos a la salida, se hace raro volver al gris del cemento después de semejante viaje al pasado.
Camino de la estación paseamos por el centro de la ciudad, al que se entra por una puerta de Brandemburgo a escala. Cerveza de rigor en una terraza, alguna que otra compra y de vuelta a Berlín.
Por cierto Postdam no es sólo un viaje a una época de reyes, princesas y opulencia; fue aquí en los estudiosUFA donde Fritz Lang rodó en 1927 Metrópolis; antigua, sí, pero totalmente de actualidad.
Fácil de llegar con el S-Bahn desde Alexander Platz o cualquiera de las estaciones principales, tras media hora de tren y un paseíto de un cuarto de hora te encuentras a las puertas de una de las mayores muestras de megalomanía no original jamás vista por mí, el Parque Sanssouci.
Megalomanía- porque un rey alemán se empeño en construir un área de recreo inmensa, con muchos palacetes y fuentes; no original- porque la idea le surgió tras una visita a los jardines de Versalles. Vamos el típico caso de culo veo culo quiero.
En pleno verano, en un día caluroso y bastante soleado es una delicia perderse por esos jardines e imaginarse como sería aquí la vida en el siglo XVIII. Hay edificios interesantes diseminados por el parque: Orangerieschloss, Neues Palais, Schloss Charlottnhof; palacios reales donde se alojaban las visitas extranjeras y la propia familia real. Siguiendo los pasadizos entre los árboles acabas llegando a edificios más pequeños como el Drachenhaus, edificio del dragón; y también algunos de los edificios de la universidad de Postdam. Después de cuatro horas vagando por el parque llegamos a la salida, se hace raro volver al gris del cemento después de semejante viaje al pasado.
Camino de la estación paseamos por el centro de la ciudad, al que se entra por una puerta de Brandemburgo a escala. Cerveza de rigor en una terraza, alguna que otra compra y de vuelta a Berlín.
Por cierto Postdam no es sólo un viaje a una época de reyes, princesas y opulencia; fue aquí en los estudiosUFA donde Fritz Lang rodó en 1927 Metrópolis; antigua, sí, pero totalmente de actualidad.
24 oct 2006
Berlín, una semana en la capital de la tranquilidad
En cada visita, Berlín me va cautivando más y más. Una ciudad que es capaz de dar respuesta a cualquier inquietud que tengas, pero no de forma complaciente, pues siempre has de realizar el esfuerzo de encontrar lo que deseas.
La tranquilidad que se respira en Berlín es increíble y viniendo de Londres se nota. Me espera una semana de recogimiento, descanso y fiesta, mientras mis padres y mi hermana disfrutan de las visitas de la ciudad. Es un buen ejercicio volver a lugares en los ya has estado, mientras la gente los aprecia por primera vez, tú te dedicas a mirar más allá y quedarte con un montón de nuevos detalles, cosas curiosas, los colores o simplemente con la gente y sus reacciones; es como volver a ver una pelicula, conoces ya el final y te centras en la trama y los peronajes, en el porqué de las cosas.
La primera parada en Berlín siempre es la parada del metro de la puerta de Brandemburgo, sales de la boca de metro y allí está delante tus narices. La primera impresión es siempre la misma, por la tele parece mucho más grande!; pero ya se sabe que la tele engorda siempre un par de kilos. Después de un paseo para familiarizarse con la zona del Mitte, conocer el funcionamiento del transporte público y con una buena guía en la mano, mis padres ya están listos para recorrer la ciudad mañana, mientras mi hermana y yo disfrutamos de una buena siesta matinal después de la salida de hoy por la noche.
Si en Berlín puedes encontrar de todo, la noche berlinesa no se queda atrás; solamente si eres un amante del pachangueo puede que tengas algún problemilla, pero seguro que algo encontrarás. Nosotros nos limitamos a seguir las directrices de un flyer en busca de una bonita casa de tres pisos. Buena música, mucha gente y muy buen ambinte, eso si menudo calor. A pesar del calor lo pasamos en grande, gracias también a la inestimable colaboración de mi primo Pablo; acabamos exhaustos de tanto bailar y un poco alegres de la cerveza.
Después de la fiesta y tras unas cuantas horas de sueño me voy a disfrutar de un paseo dominical por Berlín parando en un par de terracitas a comer y tomar un café, lástima que no tengan periódico. Me acerco hasta Oranienburger Str. y disfruto una cervecita en uno de los muchos garitos que llenan la calle. La resaca ya ha desaparecido, es momento de volver a casa y poner en común las experiencias del día durante la cena.
Berlín tiene tantas atracciones que difícilmente las disfrutas todas, también el número de monumentos o lugares míticos que visitar son tantos que siempre, en cada visita tienes oportunidad de ver alguno nuevo. El día de las novedades lo dediué a visitar el famoso Checkpoint Charlie, el Jüdisches Museum, caminar por toda la zona de Charlottenburg con su contraste de arquitecturas y parando en todas las tiendas; una de las grandes ventajas de viajar con la familia y estar de cumpleaños. En medio de todo dejamos a mi padre disfrutando de un café en las Galeries Lafayette, cansado ya de tanta tienda y tanta compra.
Después de todo un día de caminatas de un lado a otro, pegarse una buena ducha e ir hasta la Postdamer Platz a dar un paseo y tomarse na cerveza, es un auténtico placer. Realmente cualquier excusa es buena para tomarse una cerveza en Alemania. Resulta curioso, cada vez que alguién va por primera vez al Sony Center espera una orgía de colores en la cúpula, cuando ven el azul y rosa quedan como decepcionados, pero con el paso del tiempo esos dos colores se recuerdan como todo un arco iris.
Así entre paseos, cervezas y compras la semana se ha ido volando, se acaban las vacaciones pero antes tocan las despedidas, Pablo, Carlos, Jorge y Marc a ver cuando nos volvemos a ver. Mis padres e Inés volvieron para Galicia después de unos grandes días de vacaciones, con muchos recuerdos y sólo decepción; saber lo que estás pidiendo para comer evita la cara de gilipollas que se te queda cuando te traen un gran plato de pescado crudo y manzanas confitadas.
Cuando un viaje se acaba pienso si algún día regresaré, cuando me voy de Berlín sé que siempre voy a volver.
La tranquilidad que se respira en Berlín es increíble y viniendo de Londres se nota. Me espera una semana de recogimiento, descanso y fiesta, mientras mis padres y mi hermana disfrutan de las visitas de la ciudad. Es un buen ejercicio volver a lugares en los ya has estado, mientras la gente los aprecia por primera vez, tú te dedicas a mirar más allá y quedarte con un montón de nuevos detalles, cosas curiosas, los colores o simplemente con la gente y sus reacciones; es como volver a ver una pelicula, conoces ya el final y te centras en la trama y los peronajes, en el porqué de las cosas.
La primera parada en Berlín siempre es la parada del metro de la puerta de Brandemburgo, sales de la boca de metro y allí está delante tus narices. La primera impresión es siempre la misma, por la tele parece mucho más grande!; pero ya se sabe que la tele engorda siempre un par de kilos. Después de un paseo para familiarizarse con la zona del Mitte, conocer el funcionamiento del transporte público y con una buena guía en la mano, mis padres ya están listos para recorrer la ciudad mañana, mientras mi hermana y yo disfrutamos de una buena siesta matinal después de la salida de hoy por la noche.
Si en Berlín puedes encontrar de todo, la noche berlinesa no se queda atrás; solamente si eres un amante del pachangueo puede que tengas algún problemilla, pero seguro que algo encontrarás. Nosotros nos limitamos a seguir las directrices de un flyer en busca de una bonita casa de tres pisos. Buena música, mucha gente y muy buen ambinte, eso si menudo calor. A pesar del calor lo pasamos en grande, gracias también a la inestimable colaboración de mi primo Pablo; acabamos exhaustos de tanto bailar y un poco alegres de la cerveza.
Después de la fiesta y tras unas cuantas horas de sueño me voy a disfrutar de un paseo dominical por Berlín parando en un par de terracitas a comer y tomar un café, lástima que no tengan periódico. Me acerco hasta Oranienburger Str. y disfruto una cervecita en uno de los muchos garitos que llenan la calle. La resaca ya ha desaparecido, es momento de volver a casa y poner en común las experiencias del día durante la cena.
Berlín tiene tantas atracciones que difícilmente las disfrutas todas, también el número de monumentos o lugares míticos que visitar son tantos que siempre, en cada visita tienes oportunidad de ver alguno nuevo. El día de las novedades lo dediué a visitar el famoso Checkpoint Charlie, el Jüdisches Museum, caminar por toda la zona de Charlottenburg con su contraste de arquitecturas y parando en todas las tiendas; una de las grandes ventajas de viajar con la familia y estar de cumpleaños. En medio de todo dejamos a mi padre disfrutando de un café en las Galeries Lafayette, cansado ya de tanta tienda y tanta compra.
Después de todo un día de caminatas de un lado a otro, pegarse una buena ducha e ir hasta la Postdamer Platz a dar un paseo y tomarse na cerveza, es un auténtico placer. Realmente cualquier excusa es buena para tomarse una cerveza en Alemania. Resulta curioso, cada vez que alguién va por primera vez al Sony Center espera una orgía de colores en la cúpula, cuando ven el azul y rosa quedan como decepcionados, pero con el paso del tiempo esos dos colores se recuerdan como todo un arco iris.
Así entre paseos, cervezas y compras la semana se ha ido volando, se acaban las vacaciones pero antes tocan las despedidas, Pablo, Carlos, Jorge y Marc a ver cuando nos volvemos a ver. Mis padres e Inés volvieron para Galicia después de unos grandes días de vacaciones, con muchos recuerdos y sólo decepción; saber lo que estás pidiendo para comer evita la cara de gilipollas que se te queda cuando te traen un gran plato de pescado crudo y manzanas confitadas.
Cuando un viaje se acaba pienso si algún día regresaré, cuando me voy de Berlín sé que siempre voy a volver.
22 sept 2006
Londres, toma el dinero y corre (episodio II)
Son las ocho de la mañana y mientras doy buena cuenta de un nuevo desayuno continental, hacemos equipo y discutimos a donde iremos hoy, es la hora de los caprichos. En cualquier viaje los primeros días se hacen las visitas a las atracciones top ten, después comienzas a escudriñar las guías en busca de algo más aunque a mucho menor ritmo con más calma, dejando a un lado la imagen de turista y metiéndose poco a poco en el ritmode la ciudad. Pero no siempre es así, basta que después del desayuno pierdas a tus padres y la imagen de tus padres solos en Londres con un conocimiento escaso de inglés es desoladora. Así que comenzamos una carrera sin meta fija a la búsqueda de papá y mamá, Misión Imposible IV.
Dónde iría yo si fuese mis padres?, la Catedral de St Paul. Tras un cuarto de hora y un par de cambios de metro llegamos a la catedral, al menos en teoría porque está un poco escondida, lo que tiene su mérito considerando el tamaño que tiene. Nos damos una vuelta por la catedral pero no encontramos nuestro objetivo. Mientras nos tomamos un café pensamos en el siguiente objetivo, debe ser una visita cultural y con historia, algo distinto. La Torre de Londres, conjunto histórico que es Patrimonio de la Humanidad, con mucha historia a sus espaldas e incluso con leyendas y chismes suficientes para unos cuantos salsa rosa.
Llama la atención la Torre de Londres, primero desconocía su existencia y además tiene un aire antiguo pero no muy majestuoso, de andar por casa. Quizás algún día me deje la pasta que vale la entrada, pero hoy no, ya hay suficientes curiosos no hacen falta dos más. Decidimos abandonar la búsqueda, sabemos donde viven así que será sólo cuestión de tiempo encontrarnos. Dando un paseo por el Southwark llegamos hasta la Tate Modern, una interesante y enriquecedora experiencia; realmente uno de los museos de arte contemporáneo más interesante que he visto, quizás porque descubrí a Juan Muñoz, quizás porque no te abruman y te van dando lo que necesitas ver poco a poco sin llegar a pensar que te estan tomando el pelo; no lo sé. Salimos de la Tate cruzamos el Millenium Bridge y nos vamos a comer al Covent Garden.
Sentados en la plaza y mientras vemos a una preciosa mimo, decidimos irnos de compras; y tal como esta Londres y sin padres que paguen la única opción es irse a las tiendas de segunda mano de Notting Hill, un montón de tiendas con un montón de ropa, zapatos y accesorios; y lo mejor de todo a un precio más que razonable. Eso si hay que ir bien cargado de paciencia para buscar y rebuscar hasta encontrar algo que te interese y esperar que sea tu talla.
De vuelta a casa por fin nos reagrupamos, intercambiamos nuestras experiencias y conclusión: Londres es muy grande, no se puede estar más cerca todo el día y no cruzarse una sola vez. Para la última cena hay que probar un Fish & Chips, fritanga totalmente prescindible. Antes de regresar y hacer las maletas, un último paseíto nocturno sintiendo la tranquilidad de la noche, mirando hacia atrás y haciendo un resumen de tres días tan intensos en Londres. La verdad no será nunca mi destino de vacaciones favarito pero vivir aquí debe ser una auténtica pasada.
Dónde iría yo si fuese mis padres?, la Catedral de St Paul. Tras un cuarto de hora y un par de cambios de metro llegamos a la catedral, al menos en teoría porque está un poco escondida, lo que tiene su mérito considerando el tamaño que tiene. Nos damos una vuelta por la catedral pero no encontramos nuestro objetivo. Mientras nos tomamos un café pensamos en el siguiente objetivo, debe ser una visita cultural y con historia, algo distinto. La Torre de Londres, conjunto histórico que es Patrimonio de la Humanidad, con mucha historia a sus espaldas e incluso con leyendas y chismes suficientes para unos cuantos salsa rosa.
Llama la atención la Torre de Londres, primero desconocía su existencia y además tiene un aire antiguo pero no muy majestuoso, de andar por casa. Quizás algún día me deje la pasta que vale la entrada, pero hoy no, ya hay suficientes curiosos no hacen falta dos más. Decidimos abandonar la búsqueda, sabemos donde viven así que será sólo cuestión de tiempo encontrarnos. Dando un paseo por el Southwark llegamos hasta la Tate Modern, una interesante y enriquecedora experiencia; realmente uno de los museos de arte contemporáneo más interesante que he visto, quizás porque descubrí a Juan Muñoz, quizás porque no te abruman y te van dando lo que necesitas ver poco a poco sin llegar a pensar que te estan tomando el pelo; no lo sé. Salimos de la Tate cruzamos el Millenium Bridge y nos vamos a comer al Covent Garden.
Sentados en la plaza y mientras vemos a una preciosa mimo, decidimos irnos de compras; y tal como esta Londres y sin padres que paguen la única opción es irse a las tiendas de segunda mano de Notting Hill, un montón de tiendas con un montón de ropa, zapatos y accesorios; y lo mejor de todo a un precio más que razonable. Eso si hay que ir bien cargado de paciencia para buscar y rebuscar hasta encontrar algo que te interese y esperar que sea tu talla.
De vuelta a casa por fin nos reagrupamos, intercambiamos nuestras experiencias y conclusión: Londres es muy grande, no se puede estar más cerca todo el día y no cruzarse una sola vez. Para la última cena hay que probar un Fish & Chips, fritanga totalmente prescindible. Antes de regresar y hacer las maletas, un último paseíto nocturno sintiendo la tranquilidad de la noche, mirando hacia atrás y haciendo un resumen de tres días tan intensos en Londres. La verdad no será nunca mi destino de vacaciones favarito pero vivir aquí debe ser una auténtica pasada.
20 sept 2006
Londres, toma el dinero y corre
"Bienvendos al mayor mestizaje de culturas de toda Europa", así debería rezar un gran cartel a la entrada de Londres, mas que nada para que no te pille por sorpresa. Basta un viaje en metro para ver la cara de Londres, mucha gente con mucha prisa, para ver la cruz paga una cerveza, este viaje no te saldrá nada barato. Dejando a un lado el estrés y los precios, Londrés ofrece mucho más que el Big Ben y Buckingham Palace, cuaquiera puede encontrar su sitio, ya seas un amante de la música, el arte o los coches; o un simple freaky rarito.
Lo especial de mi primera visita a Londrés ha sido la compañía; mis padres y mi hermana. Un viaje en familia aporta muchas posibilidades y pocos inconvenientes, en resumen sales menos y comes mucho mejor; unos buenos madrugones completan la receta. Echando la vista atrás te das cuenta de que ha sido un gran cocktail.
Un pequeño paseo para estirar las piernas después de un largo viaje es siempre una buena opción y Londres ofrece un montón de parques. Así que fuimos hasta los Jubilee Gardens, donde se encuentra el London Eye, un paseíto cuatro fotos y para casa. No sin antes ir al típico pub y tomarse una buena cerveza calentita que presta más y a cama temprano que mañana hay que madrugar.
Lo primero que uno debe hacer en Londres cada mañana es mandarse un buen desayuno continental, con su bacon, salchichas, habas... el lote completo. Tras un desayuno así te coges el mapa y nadie te puede parar, aunque sólo sean las ocho de la mañana. El primer día de un viaje es siempre el más productivo, parece como si todo lo que no pudieses ver hoy mañana desaparecerá. Así que a las tres de la tarde cuando nos sentamos a comer ya llevabamos a nuestras espaldas el British Museum, Trafalgar square, Piccadilly Circus, toda Oxford Street y un cachito de Hyde Park; el museo del expolio o un viaje artístico por siglos de saqueos, un par de plazas que no hacen honor a su fama, una calle interminable con cientos de tiendas y el famoso parquecito, para entonces el hambre ya era más fuerte que el cansancio.
Después de la comida, sin hambre y engañando al cansancio seguimos nuestro tour. Primero el Palacio de Westminster, con su Big Ben y las camaras de los Lores y los Comunes, ya de paso la abadía de Westminster, donde Inés y yo decidimos darnos un pequeño homenaje descansando mientras mis padres, inagotables al desaliento, apreciaban la hermosura de la abadía. Todos juntos seguimos hasta el palacete de la reina, Buckingham Palace, bastante sobrio, poca cosa aunque a saber lo que tiene dentro. Mención aparte merece lo del cambio de guardia, una auténtica pérdida de tiempo, esperar más de diez minutos para ver el cambio de guardia es un exceso, aunque nunca está mal ver con tus propios ojos semejante ridiculez, aunque con el zoom de la cámara porque como no se puede entrar te pilla un poco lejos. Los madrugones, las largas caminatas y el calor cansan mucho, por eso lo mejor del palacio es sin duda la fuente de la entrada, no es especialmente hermosa pero es grande y está hecha de una piedra blandita que se adapta a la forma de todos los traseros.
La noche empieza a caer y todos los paseos del día pasan factura, pero de camino a casa en un último ejercicio de esa sana locura del hay que verlo todo, hacer una última parada en el Covent Garden es una gozada, aunque sigue habiendo mucha gente las terrazas dan la zona sensación de tranquilidad. Sentado en una mesa disfrutando de una cerveza recuerdas todo lo que has hecho hoy y te sientes bien, el cansancio también se toma un respiro y disfrutas de los mimos y músicos callejeros. No querrías estar en ningún otro sitio en ese momento, quizás esa sea la magia del Covent Garden.
Lo especial de mi primera visita a Londrés ha sido la compañía; mis padres y mi hermana. Un viaje en familia aporta muchas posibilidades y pocos inconvenientes, en resumen sales menos y comes mucho mejor; unos buenos madrugones completan la receta. Echando la vista atrás te das cuenta de que ha sido un gran cocktail.
Un pequeño paseo para estirar las piernas después de un largo viaje es siempre una buena opción y Londres ofrece un montón de parques. Así que fuimos hasta los Jubilee Gardens, donde se encuentra el London Eye, un paseíto cuatro fotos y para casa. No sin antes ir al típico pub y tomarse una buena cerveza calentita que presta más y a cama temprano que mañana hay que madrugar.
Lo primero que uno debe hacer en Londres cada mañana es mandarse un buen desayuno continental, con su bacon, salchichas, habas... el lote completo. Tras un desayuno así te coges el mapa y nadie te puede parar, aunque sólo sean las ocho de la mañana. El primer día de un viaje es siempre el más productivo, parece como si todo lo que no pudieses ver hoy mañana desaparecerá. Así que a las tres de la tarde cuando nos sentamos a comer ya llevabamos a nuestras espaldas el British Museum, Trafalgar square, Piccadilly Circus, toda Oxford Street y un cachito de Hyde Park; el museo del expolio o un viaje artístico por siglos de saqueos, un par de plazas que no hacen honor a su fama, una calle interminable con cientos de tiendas y el famoso parquecito, para entonces el hambre ya era más fuerte que el cansancio.
Después de la comida, sin hambre y engañando al cansancio seguimos nuestro tour. Primero el Palacio de Westminster, con su Big Ben y las camaras de los Lores y los Comunes, ya de paso la abadía de Westminster, donde Inés y yo decidimos darnos un pequeño homenaje descansando mientras mis padres, inagotables al desaliento, apreciaban la hermosura de la abadía. Todos juntos seguimos hasta el palacete de la reina, Buckingham Palace, bastante sobrio, poca cosa aunque a saber lo que tiene dentro. Mención aparte merece lo del cambio de guardia, una auténtica pérdida de tiempo, esperar más de diez minutos para ver el cambio de guardia es un exceso, aunque nunca está mal ver con tus propios ojos semejante ridiculez, aunque con el zoom de la cámara porque como no se puede entrar te pilla un poco lejos. Los madrugones, las largas caminatas y el calor cansan mucho, por eso lo mejor del palacio es sin duda la fuente de la entrada, no es especialmente hermosa pero es grande y está hecha de una piedra blandita que se adapta a la forma de todos los traseros.
La noche empieza a caer y todos los paseos del día pasan factura, pero de camino a casa en un último ejercicio de esa sana locura del hay que verlo todo, hacer una última parada en el Covent Garden es una gozada, aunque sigue habiendo mucha gente las terrazas dan la zona sensación de tranquilidad. Sentado en una mesa disfrutando de una cerveza recuerdas todo lo que has hecho hoy y te sientes bien, el cansancio también se toma un respiro y disfrutas de los mimos y músicos callejeros. No querrías estar en ningún otro sitio en ese momento, quizás esa sea la magia del Covent Garden.
10 ago 2006
THE LOVE IS BACK (Love Parade 2006)
La mejor forma de empezar un viaje nunca es perder el bus, ni que un compañero de viaje intente escaquearse en el último momento, ni salir de fiesta el día antes. Pero sentado en la parada buscando un poco de sombra, nada me importa; hoy me voy a la Love Parade. Llega otro bus, aparece el escaqueado y ya estamos camino de Hannover para encontrarnos con Gelo.
Tras los saludos y las típicas tonterías cogemos el siguiente tren; ahora ya hemos completado el Wochenende Ticket Group; Gelo, Peter y Lucie - los checos -, Andrei - escaqueaus interruptus - y yo. El DE-Bahn te da la gran oportunidad de viajer por muy poco dinero, muchas horas, mucho calor y varios trenes repletos de lovers.
Cada trasbordo nos acerca más a Berlin y cada tren se parece más a una discoteca, alcohol, drogas, incluso gogos; no falta nada, aunque lo mejor debe estar esperándonos.
Tras una breve parada en el hostel (Odysee Globetrotter Hostel limpio, confortable y barato) y una cervecita en una terraza, estamos listos para conocer la Love Parade. Cuando no se sabe bien un camino y a donde vas no sale en los mapas a veces está bien seguir a la multitud, esa es la única razón de habernos bajado en la parada de Bellevue, y ahora a seguir la música hasta encontrar un buen sitio. es dificil no pararse a contemplar toda la gente rara que hay por todas partes, disfraces de todo tipo, algunos muy elaborados otro sólo llaman la atención por ser sencillitos, un par de tiritas en las tetas y a bailar; original y superponible. Empezamos a cruzarnos con algún trolley, auténticas discotecas andantes; menuda juerga que se traen dentro, nosotros nos limitamos a pegar cuatro brincos al lado, el día será largo y es mejor no pararse bajo la sombra del primer árbol.
Hasta donde me alcanza la vista sólo veo una marea humana, vuelvo la vista atrás y me doy cuenta de que estamos en medio del mar, pero increíblemente no nos ahogamos; puedes bailar, saltar o loquear, hay espacio de sobra y caras sonrientes; no puedes más que dejarte llevar por la marea y disfrutar. Bailando, bailando ya hemos llegado al Siegessäule el epicentro de la Love Parade, donde han situado el set para los dj's, encima de una gran pantalla de leds gigantes. Somos un millón de personas absorvidas por el ambiente, en ningún momento eres consciente de la magnitud de la fiesta. La música sale sin cesar del Siegessäule, Lucca, Tiesto, Villalobos o Paul van Dyk son algunos de los djs que pinchan aunque ahora mismo no sabría decirte cual está sonando. Además las grandes discotecas del mundo tienen su propio camión con su dj, sus gogos, sus chic@s guap@s... cada cinco minutos puedes pasas un rato en una discoteca distinta, el tiempo vuela y esto es una auténtica locura.
Van a ser las once de la noche y necesitamos un trago, por principios Gelo y yo renunciamos al Red Bull lo que nos cierra todas las posibilidades oficiales de beber algo, pero tras mucho negociar dos bellezas holandesas nos cambian cerveza por tabaco y aunque todo lo bueno se acaba quién coño espera que la Love Parade se acabe a las once de la noche. Al principio pienso que se trata de un fallo técnico, la cara de incredulidad de Gelo anima mi teoría, no nos importa que todo el mundo empiece a marcharse; ellos se lo pierden.
Han pasado quince minutos y sigue sin funcionar el sonido, la mitad de la gente se ha ido y ya nos hemos acabado las cervezas. A lo lejos vemos un par de camiones de limpieza, no podemos engañarnos más, esto se ha acabado.
Tras los saludos y las típicas tonterías cogemos el siguiente tren; ahora ya hemos completado el Wochenende Ticket Group; Gelo, Peter y Lucie - los checos -, Andrei - escaqueaus interruptus - y yo. El DE-Bahn te da la gran oportunidad de viajer por muy poco dinero, muchas horas, mucho calor y varios trenes repletos de lovers.
Cada trasbordo nos acerca más a Berlin y cada tren se parece más a una discoteca, alcohol, drogas, incluso gogos; no falta nada, aunque lo mejor debe estar esperándonos.
Tras una breve parada en el hostel (Odysee Globetrotter Hostel limpio, confortable y barato) y una cervecita en una terraza, estamos listos para conocer la Love Parade. Cuando no se sabe bien un camino y a donde vas no sale en los mapas a veces está bien seguir a la multitud, esa es la única razón de habernos bajado en la parada de Bellevue, y ahora a seguir la música hasta encontrar un buen sitio. es dificil no pararse a contemplar toda la gente rara que hay por todas partes, disfraces de todo tipo, algunos muy elaborados otro sólo llaman la atención por ser sencillitos, un par de tiritas en las tetas y a bailar; original y superponible. Empezamos a cruzarnos con algún trolley, auténticas discotecas andantes; menuda juerga que se traen dentro, nosotros nos limitamos a pegar cuatro brincos al lado, el día será largo y es mejor no pararse bajo la sombra del primer árbol.
Hasta donde me alcanza la vista sólo veo una marea humana, vuelvo la vista atrás y me doy cuenta de que estamos en medio del mar, pero increíblemente no nos ahogamos; puedes bailar, saltar o loquear, hay espacio de sobra y caras sonrientes; no puedes más que dejarte llevar por la marea y disfrutar. Bailando, bailando ya hemos llegado al Siegessäule el epicentro de la Love Parade, donde han situado el set para los dj's, encima de una gran pantalla de leds gigantes. Somos un millón de personas absorvidas por el ambiente, en ningún momento eres consciente de la magnitud de la fiesta. La música sale sin cesar del Siegessäule, Lucca, Tiesto, Villalobos o Paul van Dyk son algunos de los djs que pinchan aunque ahora mismo no sabría decirte cual está sonando. Además las grandes discotecas del mundo tienen su propio camión con su dj, sus gogos, sus chic@s guap@s... cada cinco minutos puedes pasas un rato en una discoteca distinta, el tiempo vuela y esto es una auténtica locura.
Van a ser las once de la noche y necesitamos un trago, por principios Gelo y yo renunciamos al Red Bull lo que nos cierra todas las posibilidades oficiales de beber algo, pero tras mucho negociar dos bellezas holandesas nos cambian cerveza por tabaco y aunque todo lo bueno se acaba quién coño espera que la Love Parade se acabe a las once de la noche. Al principio pienso que se trata de un fallo técnico, la cara de incredulidad de Gelo anima mi teoría, no nos importa que todo el mundo empiece a marcharse; ellos se lo pierden.
Han pasado quince minutos y sigue sin funcionar el sonido, la mitad de la gente se ha ido y ya nos hemos acabado las cervezas. A lo lejos vemos un par de camiones de limpieza, no podemos engañarnos más, esto se ha acabado.
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